Describe los tres últimos años del poeta inglés John Keats, que transcurrieron en Hampstead. Narra con una fotografía exquisita y poética, la historia de amor que vivió con su vecina: una joven diseñadora de moda de apariencia altiva y distante. Está escrita y dirigida por la neozelandesa Jane Campion. John Keats es interpretado con gran maestría por el actor inglés Ben Winshaw. Su musa, Fanny Brawne, la interpreta la actriz australiana Abbie Cornish. Es una de mis películas favoritas y creo que siempre estará muy cerca mía, porque adoro la película en sí y, sobretodo, la sensibilidad que refleja su escenografía, su vestuario, su fotografía y la mirada y el diálogo de los protagonistas. Os dejo con algunas otras críticas.
"Un cine a contrapelo, modelado, clásico,
poético, bien hablado, que busca sentimientos profundos (...) me gustó
el modo de contar esa historia hiper romántica (...) se recorre ese
difícil camino de lo muy romántico sin que resulte ni blando ni
previsible."
E. Rodríguez Marchante: Diario ABC
"Campion vuelve a las andadas contando la
historia de amor reprimido (...) El resultado es una película demasiado
contenida en lo narrativo y muy hermosa en lo formal. Falta la pasión de
'El piano', pero es correcta."
Gente del mundo del periodismo, la hostelería, políticos, famosos, artistas, músicos, amigos y familia se codearon en el Royalty para celebrar el aniversario de su reapertura.
Un cóctel-cena amenizado con música clásica y jazz. Destacó la elegancia de los asistentes y especialmente la de las mujeres. Y, por supuesto, la exquisita comida elaborada por nuestro chef.
Comparto con vosotros algunas fotos de aquella noche tan divertida y os invito a venir a nuestro próximo cóctel , seguramente en diciembre. Ya os avisaré.
Hace catorce años, escribí a la creadora de les Indiennes. La decubrí en un artículo de una revista americana, Victoria. Tardó nada en contestarme. Me mandó un precioso sobre pintado a mano con muestras de tela y una carta personalizada escrita a mano. Desde aquel día, intuí, que Les Indiennes llegaría muy lejos y así ha sido. Hoy es una de las compañías de telas más conocidas y mas populares entre un público bohemian-chic, entre los gypsetters, y gente enemorada del romanticismo, de la India, de lo artesanal y del verano. Eso es lo que respiran sus telas. Por éso me ha sido tan fácil enamorarme de ellas. Comparto con vosotros ese sobre tan especial y, asímismo, os dejo con su website. Estoy segura que seréis muchos los que os enamoraréis de les Indiennes...
Mary Mulcahy, Founder
"I launched Les Indiennes in 2002, a happy result of my own
yearning for beautiful hand-blocked textiles. I had a vivid picture in
mind of naturally dyed cotton, with airy patterns of big, single colored
motifs. Unable to locate anything anywhere, and utterly possessed by
the idea of these fresh, simple designs, I decided to go to the source
and create my own.
A craftsman named Srinivas from a tiny village in southern India
responded, and I knew at once that his work was what I wanted. Srinivas
is one of very few craftsman who still practice the ancient art of
kalamkari, an extremely complex printing method.
Because of the kalamkari process, Les Indiennes is and will always be a
small and exclusive company. The numerous steps and time required
simply cannot be rushed- however, the process can be slowed down by
monsoons, festivals, etc.!
I would say that my guiding light is seeing exquisite beauty in what
many consider a humble craft and translating these designs and products
for the western market. I am always working on new block-print patterns
and forging new partnerships with artisans in developing countries.
The joy of collaborating with skilled craftsmen and women and, the honor
of contributing to the support of families and villages are rewards
that I frankly did not anticipate, but that now have become essential
aspects of my work."
Me he cruzado con él hace unos veinte minutos, no más. Es también vecino de la arteria que atraviesa gran parte del casco histórico de Sevilla, mi ciudad. Es un niño de unos doce años, guapísimo. Lleva una camiseta de mangas largas, tipo sweatshirt, de rayas azul marino y blancas, una mariniere... conmemorando las batallas de Napoleón.
Su tez perfecta de un blanco perfecto e inmaculado, pelo negro y ojos enormes y marrones, dañados no sé por qué. Su boca tiene forma de corazón, como una fresa muy roja, su nariz es pequeña y su cuerpo fuerte. Camina de la mano agarrando con fuerza la de su acompañante, seguramente su hermano, ya adolescente y también muy guapo.
Los dos caminan firmes, seguros, por el centro de la arteria de la que es mi calle. En su mano izquierda, el niño de doce años y ojos estropeados y enormes, sostiene un bastón que mueve con movimientos rápidos, firmes y decisivos. Roza mi zapato para enseguida rozar el pavimento bajo nuestros pies. Es un niño guapísimo, casi un hombre, ciego, es mi vecino, creo. Al menos hoy, hace un rato estaba en mi calle....
TRANSITO INICIAL, me ha inspirado para hacer este post. La mayoría de los collages que véis los he hecho yo, salvo los hechos en la pared con fotografía y una ilustración grande de un animal. Se los tomé prestados a TRANSITO INICIAL. Ella hoy habla de ellos.
Hace ya un año que el Café Royalty reabrió sus puertas tras ocho décadas abandonado en el olvido. Son muchas las cosas que me gustaría compartir con vosotros, muchisimas las experiencias y buenos momentos que hemos pasado en el El Café Royalty, así que creo que lo mejor será resumirlas en fotos. Espero veros a todos muy pronto allí, y que seáis protagoistas de muchas de las fotos de este segundo año del Royalty.
Hoy he recibido un mensaje de Gonzalo García Pelayo, el hombre más polifacético que he conocido en lo que llevo de vida. Hoy director de cine. Tuve la suerte de conocerle a él y a su encantadora familia durante un apertitivo, almuerzo y amena sobremesa hace unos días en el Cafe Royalty .
También conocí a Luis García Gil, escritor de la poesía en la que García Pelayo se inspiró para escribir el guión de su última película Alegrias de Cádiz , rodada en la Tacita de Plata y que
se estrenará próximamente en el Festival de Cine de Viena.
En
él, me adjunta un artículo escrito por un amigo suyo que fue a conocer su último trabajo.
Comparto ese artículo y os invito a compartirlo y a animaros a venir a vernos a Cádiz y por supuesto al Café Royalty, o al menos, seguirnos la pista en Facebook o Twitter.
En Cádiz, la gente se despereza tarde, pero una vez
que lo hace la ciudad se anima con un alborozo ajeno a cualquier impostura.
Todo en Cádiz destila una naturalidad antigua, respetuosa y sabia. Me alojo en
la Hospedería del Marqués, en la calle marqués de Cádiz. Los precios de los
alojamientos aquí son escandalosamente elevados. Estoy cerca de la Plaza de San
Juan de Dios y del barrio del Pópulo.
La Plaza de San Juan de Dios se abre al puerto y
reclama su centralidad, concepto que en Cádiz se disputan varios lugares. Está
presidida por el edificio del Ayuntamiento y el monumento a Moret. A la plaza,
de la que se echa de menos la antigua cafetería “Micay”, desaparecida hace
mucho tiempo para ser sustituida por una sucursal de Unicaja, le han puesto
unos mástiles que achican el espacio con un fementido cielo de ropa tendida.
Ocurrencia de arquitecto que sobra. Algunas casas lucen portones barrocos y me
llama la atención la fina rejería de tornapuntas que sirve para colgar sobre
ellas las persianillas enrollables y los toldillos.
Entro en el barrio de El Pópulo bajo un arco que me
lleva pronto a la iglesia de Santa María, barroca, con una pequeña corte de los
milagros en el atrio. Primer encuentro con las casas nobles, aunque sean
pobres, sus patios de esquinas ochavadas y los zócalos de la piedra ostionera.
Una calle se llama Silencio. Descubro enseguida que Cádiz es la ciudad con más
lápidas en las paredes del mundo. La primera que me encuentro es la que
conmemora la expedición cartográfica de Jorge Juan al virreinato del Perú; otra
de Ulloa, relativa a la sociedad ilustrada que estos marinos crearon. No
recuerdo ahora el nombre.
Alcanzo la plaza de la Catedral, ya, por fin,
espléndidamente restaurada y de la que ya no caen piedras.Subo a su torre derecha, desde la que se
divisa todo Cádiz, más alto aún que la torre de Tavira.Empiezo a orientarme. El Puerto está hacia el
Norte, al otro lado el Campo del Sur, Puerta Tierra hacia levante y La Candelaria
hacia el Oeste…más o menos. Cádiz se fue extendiendo desde el Pópulo hacia el
Oeste.
Plaza trapezoidal de La Candelaria: uniforme
arquitectura decimonónica, espléndida unidad de estilo, señorial en sus
zócalos, balcones y miradores. Ya empiezo a ver que estamos ante el casco
urbano decimonónico mejor conservado y más bello de España, probablemente.
Luego veré que Cádiz se muestra versátil, camaleónica, según la luz del día y
del punto de vista. Las calles, racionalistas, rectas, ilustradas, tienen las
proporciones justas entre su anchura y las alturas de sus edificios. Diríase
que el sol logra meterse en alguna hora del día por ellas hasta alcanzar la moldura
que divide la planta baja de piedra ostionera del resto de los pisos. Hay una
arcana sabiduría urbanística que hace aparecer una plaza allí donde la
abigarrada trama urbana necesita airearse más. En sus plazas la ciudad se
descomprime de su exacerbado racionalismo urbano. En ellas Cádiz se hace
latinoamericana. Y desde sus torres, también, pero sobre todo norteafricana. La
luz la modela y cambia las remembranzas, por eso, aunque uno crea deambular por
la misma ciudad- tal es la discreta uniformidad de su arquitectura- se hace
habanera o limeña o tunecina según la luz resbale en ella de un modo u otro, en
el Campo del Sur o en la Alameda, en sus baluartes o en su plazas.
La plaza de La Candelaria es trapezoidal; parterres
con dragos, palos borrachos, árboles americanos y templetes apergolados. Está
presidida por la estatua de Castelar, erigida por los cónsules americanos, porque
el elocuente político nació allí. ¡Cuánta gente importante nació en Cádiz! ¡Qué
importante fue Cádiz, y que larga y penosa su decadencia!. En la esquina con la
calle Cardenal Zapata está el Café Royalty, antiguo lugar de reunión de
artistas y diputados, un testimonio de esplendor definitivamente desaparecido
si no fuera porque unos emprendedores sevillanos lo han restaurado,
magníficamente. Lo inauguró en 1912 el empresario gaditano Emilio Gómez Dorèe.
Ambiente artístico y literario.
El sol vuelve a tomar posiciones en la deliciosa Plaza
de Topete, triangular, presidida por la estatua de Columela. Y siguen los
próceres locales. Puestos de flores y, al fondo el noble edificio de Correos. Es
sólo el preámbulo para el descubrimiento del sorprendente Mercado de Abastos,
espacio rectangular, como un trozo de ciudad romana incrustado en Cádiz, como
si algo de Bolonia se hubiera metido aquí, traído por los ejércitos
dieciochistas que arramplaban con todo. Locales perimetrales alineados a un porche con
una columnata de pilares dóricos estriados, taburetes, barriles, mesas para el
tapeo, cocina internacional… y todo ello como el peristilo de un templo griego cuyo “naos” fuera el mercado en sí, un
edificio moderno, hormigón blanco de gran presencia y finura, con la luz
sabiamente tamizada. El material de los puestos merecería otra visita. Y para
finura los entrepaños de la fachada…¿este? ¿oeste?...que enmarcan una
exposición permanente de vistas de Cádiz desde la torre de Tavira. Es uno de
los sitios más hermosos y animados de Andalucía, quizás de España. ¿Por qué
nadie le da bola a Cádiz?Hay cosas que
no entiendo.
Subo a la torre de Tavira, en una visita guiada. La
torre está abierta al público gracias a otra emprendedora local. Aquí hay
orgullo, más que dinero. Corona la torre el famoso mirador desde el que Cádiz
te permite soñar con otras geografías. Es irresistible, por eso las paredes del
torreón están llenas de versos. No debe ser fácil glosar el sitio: hay
demasiado argumento para el poema. Impecables guías femeninas te enseñan el
prodigio de la cámara oscura instalado arriba; piensas en Vermeer, en
Rembrandt, quizás en Velázquez;sí, este
espléndido trampantojo ya debió ser usado por estos genios, y te emociona ver la
solidez científica del cine, la nobleza física de la óptica- el cristal, el
rayo, la reflexión, la luz…- yesa
capacidad primordial para asombrarnos que quizás ya hayamos perdido para
siempre. Desde arriba vemos las ciento y pico de torres, con sus distintas “tipologías”.
De nuevo las ensoñaciones geográficas, pero esta vez derivando hacia oriente.
(Se me ocurre que la Torre de la Vela o del Reloj, de Melilla, encuentra aquí
su precedente).
Llego a la plaza de san Felipe Neri y entro en el
Museo de las Cortes de Cádiz para ver, fundamentalmente, la famosa maqueta de
caoba con incrustaciones de mármol, en donde se ha quedado “fijada” la ciudad
del XVIII, casi la misma que la de ahora. Impresionan la cartografía de Cádiz,
facsímiles de los planos del Instituto Geográfico, y los retratos de todos los
diputados en las Cortes de la Constitución. Emociona, sí,ver a los diputados americanos y a los
clérigos progresistas. Emociona saber que estamos ante uno de los raros
momentos en los que España se asoma a la modernidad en la historia, a la dignidad de las causas que jalonaron el
progreso…con el germen de su autodestrucción dentro. Mucho de este espíritu ha
quedado en Cádiz, sin embargo; quizás la tolerancia, el desapego elegante hacia
esos furores capitalinos que aquejan hoy a todas las ciudades. No quiero
referirme a la gracia, porque tendríamos que refundar el vocablo. Ni es la
gracia del Espíritu Santo ni la gracia sandunguera que Andalucía supura para
marcar un territorio que ha renunciado a ocupar por otros méritos. Prefiero que
la gracia de Cádiz permanezca como un misterio, transmisible, pero indefinible,
y no hay nada peor que los hermeneutas del misterio. Nada más ridículo que un
americano interpretando a los latinos, ni un conspicuo intelectual mesetario
explicando a los andaluces. Lo inefable sólo puede transmitirse, no definirse,
y eso es lo que mi amigo Gonzalo García Pelayo me tiene reservado para horas
después, en el pase privado de su última película “Alegrías de Cádiz”, que es
para lo que he venido.
Sigo recorriendo el museo, sólo. Es el museo del siglo
XVIII-XIX. No hay libros ni catálogos. El portero, un funcionario. Le arranco
algunas palabras. No debe ser de Cádiz. No sé por qué no llamamos al tiempo
entre estos siglos el verdadero siglo de oro español: Ilustración, Ciencia, Democracia,
Constitución, Celestino Mutis, marinos, Gravina, Apodaca, Jorge Juan,
Trafalgar,científicos, curas
decentes…¡hasta una regidora! Cádiz puede considerarse la capital del siglo
XVIII; hoy es una sirena varada: aguanta por la inercia de la historia; la
tenacidad de la historia se abre paso allí donde el presente se empeña en
certificar la decadencia. Bendita decadencia, pues, que permite mantener viva
la historia al mantener vivos sus escenarios. El inevitable pus de los 60-70
del pasado siglo que nos hizo pasar por modernidad lo que solo era su ganga, en
Cádiz explotó en la barra delante de Puerta Tierra: ahí se contuvo la epidemia,
y una ciudad vulgar ha sido el precio que se pagó por hacer que la barbarie se
olvidara de Cádiz, que ahora, milagrosamente, florece en ese olvido.
Esplendorosa Plaza de Mina: ella parió a Falla y sabía
lo que hacía. (Gonzalo dice en su película que la Plaza de Mina es el coño de
Cádiz). Palmeras, selva urbana de ficus, periquitos, dragos, acacias…la plaza y
el manglar;con su vecina Plaza de San
Antonio, ancha, soleada, virreinal, y uno trata de imaginar, sin mucho
esfuerzo, la excitante bullanga que debía preceder a la Carrera de Indias, o la
expectación del tornaviaje, anunciado por el instinto de los marinos, de las esposas,
de las amantes…
Alameda de Apodaca al atardecer, baluarte de la
Candelaria, Castillo de santa Catalina, rehabilitado, aplanado, suaves rampas
que conducen a sus adarves, troneras curiosas desde las que se adivina, al
contraluz, el castillo de San Sebastián, barcas fondeadas en el plomo de los
bajíos. Y unas gaviotas ponen la banda sonora a esa Muerte en Venecia sin
remilgos que es el Balneario de la Palma, delirio oriental filtrado por
viajeros ingleses del Grand Tour, un Brighton cañaílla y canalla. Familias
enteras sacan al sol sus cuartos de estar, marcando sabiamente el territorio,
sin aprietos. Parque Genovés, de nuevo Celestino Mutis, pequeño monumento a
Trafalgar, honra a los muertos de cada bando, honor a sus barcos, el Victory,
el Bucentauro, el Santísima Trinidad y el san Juan Nepomuceno. (Recordar: leer
de nuevo a Galdós).
Está anocheciendo y hay que descansar un poco antes de
la película de Gonzalo en el festival “Alcances”.
“Alegrías de Cádiz” arranca con un travelling de 360º
desde la torre de Tavira con el fondo de una anécdota descacharrante de Chano
Lobato. No hace ni cinco horas que yo mismo estaba haciendo ese travelling en
vivo, lo que me produce una cierta sensación de que el tiempo esta vez ha ido
para atrás. Escribo ahora de memoria, antes de volver a ver la película. No
siempre la primera impresión es la que vale, pero que le digan eso a Debussy o
a Manet. Quedo con Gonzalo y Carmen en la plaza de Mina, y allí me presenta a
un amigo poeta, Luis García Gil, de esos candidatos a amigo para toda la vida.
La Plaza de Mina, ahora, por la noche, es otra. Atmósfera de kermesse y,
hablando de impresiones, podría ser Le Moulin de la Gallette de Renoir.
El arte es expresión, impresión y forma de conocimiento. Ello comporta un
artificio; realmente tienen gramaticalmente la misma raíz. La construcción de
una obra artística es importante, sí. Necesitamos saberla para aprender la “tecné”
de los griegos. Pero lo que legitima a fin de cuentas la obra es lo que
transmita. Hay sonetos impecablemente estructurados que no transmiten nada. Una
deformación del sujeto es estar continuamente escrutando la técnica, la
“estructura” de la obra, no tanto para sentir lo que dice, sino para reafirmarse a sí
mismo en el hecho de “haberla entendido” de lo cual, a su vez, se derivan dos
consecuencias: que uno pertenece al club de los perspicaces y que la obra es
buena (por eso, porque la ha entendido). Es una ceremonia de reafirmación en la
que ha desaparecido la actitud desprejuiciada de quien tiene el valor y la inteligencia
suficiente para “dejarse llevar”.Es
como si tuviera la necesidad imperiosa de reconstruir impostadamente los
propósitos del autor llevándose la obra a los terrenos de su comprensión, para
podérsela explicar razonadamente al vecino. Cuántas veces los autores se han
quedado atónitos ante las inusitadas interpretaciones de sus críticos.
“Alegrías de Cádiz” es una película coral,
inclasificable, entre el documental y el argumento, utilizando todos los
recursos de uno y de otro para transmitir la inefable esencia de una ciudad.
Esta película es Cádiz, y además Cádiz es mujer. Y carnaval, y chirigotas, y su
urbanismo, y sus tipos, sus cantaores, sus ancianas diosas de sabiduría
ancestral. Muchas películas han querido convertir a las ciudades en protagonistas.
Algunas la han conseguido, casi siempre como un trasfondo activo, del cual los
personajes son hijos o productos. La ciudad en sus personajes, en sus calles,
en sus tugurios, en sus luces, siempre en sus luces. El Cádiz de Gonzalo es una
especie de “making of” del “making of”del “making of” de una película que no acaba de hacerse- Pepa- porque
las ciudades, salvo las ruinas de imperios pasados, no se acaban nunca y se
hacen todos los días. ¿Guión? Sí, de vez en cuando Gonzalo interviene para parar
el viento que agita las páginas de ese libro abierto que es la película. Pero
el verdadero guión son unas mujeres hablando a su aire a partir de algo que le
han hecho decir, transformado por su habla peculiar y torrencial (“torrencial”,
como la película), por su forma libérrima de ver la vida, por su enorme poderío
de hembra tartésica, diosa atávica que necesita preñarse de todas las facetas
de la masculinidad para parir un ser acorde con el exigente espíritu de una
ciudad incubada en mil culturas. La película fascina porque lo que transmite-
sea por el procedimiento que sea- es auténtico; pero al tiempo desasosiega,
porque, como ocurre en todas las películas de Gonzalo, al espectador se le
vierte encima tantas dosis de libertad que necesita una entrega y una
aceptación total. Es la libertad de su gente, la libertad de sus chirigotas,
esas chirigotas cuyas letras siempre, siempre, han caído del lado de la
libertad, del progreso, de las virtudes cívicas…¿sería mucho atrevimiento decir
que esas chirigotas son pura Ilustración con vitriolo?.
Muchos espectadores pueden sentirse intelectualmente
cómplices con esa libertad, pero la propuesta conmina a vivirla, y eso es
yamás complicado. Y es que la propuesta
de Gonzalo no ha sido disfrutar de una hora y cuarto de ficción, sino de una
intensiva dosis de realidad, hechizante, comprometedora, optimista,
intimidatoria… o sea, que uno tiene que estar suficientemente preparado para
salir del cine “preñado de Cádiz”, como resume gloriosamente al final una de sus “pepas”, una de sus bellas
sacerdotisas de esa religión antigua que tiene su Vaticano en la plaza de Mina.
O su coño.
Vuelvo a la Vida. Vuelvo a nacer. Restablecida la paz y cicatrizadas ya las heridas, navego segura de mí misma. Mi espíritu vuelve abrazar de una manera un tanto maternal a la Vida. Rastreo mi alma, mi entorno y combato con todo aquéllo que creo pensar que me daña, que me engaña.
De vuelta al escenario y, por momentos también, ( confieso), de vuelta a mi miedo escénico...
Risas falsas, espontáneas, mentiras, verdades. Este café no es un café cualquiera. Es un cafe mugriento... con un lavado de cara romántico en el suelo y lamparas de luna llena.
Paredes forradas de alcohol, verdades, hipocresía y mentiras...Sonrisas, cuchicheos, largas cabelleras, ansia de poder y danza. Y rayas...
En la Plaza de San Antonio, dos monjas escuálidas arrastran sus hábitos inmaculados, flotando en una esquina como dos ángeles blancos,con la elegancia y delicadeza de una pluma en el aire...
Tras ellas, alcanzo a ver una bandera de España que aletea débilmente pareciendo despertar, y en el otro extremo de la plaza, veo la bandera argentina muy muy lejos... diminuta.
Pienso ahora y comparo el ancho de la plaza con el ancho del océano que separa mi país de mi otro país...
Un día que estaban muy inquietas. les propuse disfrazarlas de hadas. Lo primero que les dije es que fueran a coger ramas y flores.. y así, mientras lo hacian, pude cerrar los ojos un rato y disfrutar del silencio más absoluto...
No tardaron mucho en volver con una canasta rebosante de adelfas, buganvillas y enredaderas. Con la ayuda de ellas, le hice primero una corona a Mencía, la pequeña, y en ella puse jazmines sueltos que tan inquietos como ella, volaban por el jardín... Mencía insistía es que quería una capa, porque ella era un hada mágica, como Campanilla. Así que me fui con ella arriba a nuestro cuarto y allí mismo, transformé mi parte de arriba del pijama en su capa mágica.
Cayetana, la mayor, no hacía mas que perseguirnos y reclamar su corona... No quería una como la de Mencia, sino una muuuuuuucho más grande y colorida... así que me fui con ella al caminito donde habitan las flores en el jardín y juntas cogimos las mas llamativas que vimos, y con ellas creé su corona.
Buenos días. Por segunda vez, os abro mi alma y dejo que espiéis en ella.
Escribo dentro de una iglesia. Una calle estrecha y solitaria me trajo hasta aquí. Descanso mi cuerpo tembloroso y asustado en una de sus banquetas, una de las mas cercanas al altar mayor. Siento una paz inmensa al observar como una de sus hermanas sutilmente prepara el altar con esmero y desliza en sus extremos dos candiles de cristal y de plata, para de nuevo desaparecer en el corazón del convento.Vuelve a aparecer a intervalos y vuelve a desaparecer... de nuevo.
Hay cinco cortinas rojas y lánguidas que protegen las paredes del sol acechante de media tarde. La luz mayor se concentra en la Piedad que preside el retablo policromado negro y dorado, coronado por una corona gigantesca de oro fino.
La hermana ahora enciende las velas de los candiles, hace una genuflexión y vuelve a desvanecerse... Rezo por ellos y por mí. Poso ahora mis pies sobre el suelo antiguo de damas y pienso e imagino a piratas, peruleros, colonos, aristócratas y plebeyos, posar sus pies y deslizarse llenos de gracia y perdón, atravesando la capilla del convento, camino al Puerto antes de partir a América.
Tengo un nuevo proyecto entre manos. No quiero contaros mucho pero sí deciros que está muy relacionado con este collage que he hecho hoy. Espero que os guste!! Buenas noches.
Hay escritores de alma y otros de oficio... Escritores efímeros y pasajeros... escritores innatos y peremnes... Embusteros, soñadores, humildes de espíritu y pretenciosos... Escritores que escriben por necesidad y otros por vanidad.
Todos nos liberamos al escribir, ya sea poesía, mentiras, verdades ... sueño o realidad.
Al compartir el bramido mudo e inquieto que se esconde tras nuestra voz apocada y muda... dentro de nuestra imaginación y de nuestra alma, experimentamos un sentimiento apaciguador. Engendramos un sentimiento de liberación y placer absoluto y pleno cuando exponemos aquel bramido a la luz... Comparto con vosotros un gran consejo de Charles Bukowski. Para todos aquéllos que quieren o creen ser escritores.
Lo sé, lo sé.. ya era hora que apareciera por aquí pero.. aunque no os lo creáis, llevo sin conexión a internet todo este tiempo!! A mí tambien me parece mentira... Tengo varios posts en mi cabeza pero hoy prefiero ordenar un poco mis ideas . Así que aprovecho para hacer algo que hace ya mucho tiempo llevo queriendo hacer: dar la gracias a Laura Gandia de Cock por elegirme hace unos meses como artista del mes y recomendaros su blog THE ART MANIAC. Sin duda, uno de los mejores que conozco. Os dejo con el post que me decidó y os animo a seguirla, sobretodo a los artistas, galeristas y a aquéllos que como yo son unos apasionados de mundo del arte. Laura se define a sí misma como una persona observadora y apasionada.
Discípula de su abuela Philo, su mejor maestra. Fue ella quien le
introdujo en el mundo del arte y contagió su fascinación por él. Os mantendrá informados de la trayectoria y los pasos de los artistas ya consagrados y los que están en auge, de sus exposiciones predilectas y de las nuevas tendencias en decoración con piezas de arte. Hacedme caso y seguidla ;) Un beso grande Laura!! Un día deberías dedicarte un post a ti misma! Eres una bellísima persona, una gran pintora y una excelente bloguera!! Mucha suerte!!!
Hace unos días, durante una corta estancia en
Madrid, me topé inesperadamente en Gran Vía con una excelente exposición de
fotografía. Un laberinto de imágenes neorrealistas acertadamente distribuidas
en la mayor de las salas de exposiciones de la Fundación Telefónica. Se trata
de la obra de Virxilio Vieitez: un fotógrafo gallego de origen muy humilde que en
absoluto se consideraba a sí mismo como autor y que, probablemente, jamás
pensara que, después de cincuenta años, se habría reconocido en su trabajo
fotográfico el valor autorial y artístico que le ha situado en una encrucijada
entre géneros y saberes. Esta es la exposición mas exhaustiva que se ha
realizado de su trabajo hasta el día de hoy. Su obra fue siempre realizada por encargo. Se
limitaba a documentar la vida cotidiana de sus paisanos y sus fiestas: una boda, una primera comunión,
una romería… El escenario: aserraderos,
carnicerías, bares, escuelas de costuras, calles, prados, bosques y arroyos,
han sido testigos de su exquisita habilidad para crear puestas en escenas que
dieron como resultado fragmentos bellísimos de la realidad de la vida rural de
la provincia de Pontevedra durante la década de los cincuenta, sesenta, setenta y ochenta. En esta exposición podremos ver la dignidad que concedía de una
manera intuitiva a las personas que retrataba: campesinos, payasos, loberos,
señoritos, guardiaciviles, músicos… Me llamó especialmente la atención que muchas de las
personas a las que fotografió sostuvieran flores. Me hizo acordarme de esta foto de mi
abuela de niña con sus primos en el campo y su niñera mexicana. Un día os
enseñaré fotos antiguas de mi familia que, sin duda, despertaron en mí el
interés por las escenas costumbristas. Las fotos de Virxilio Vieitez me han
devuelto las ganas de volver a fotografiar la España rural. Cuál será mi
próximo destino?