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viernes, 17 de octubre de 2014
LA INFLUENCIA DE LA PINTURA COSTUMBRISTA EN MI FOTOGRAFIA
Mi mayor fuente de inspiración al componer una fotografía es la pintura costumbrista. Crecí en una casa rodeada de ella: pinturas románticas inglesas, orientalistas, escenas de la vida cotidiana de caballeros, artesanos, gitanos, vagabundos, campesinos, aristócratas; escenas de fiestas populares; interiores, calles, jardines y patios. La vida popular y las tradiciones centenarias invadían mi casa y mi infancia. Es por ello quizás, que mis fotografías respiran un aire nostálgico. Las escenas que inmortalizo las contemplo con una entrega absoluta. Intento incrustar en ellas, con la mayor armonía y belleza posibles, mi espiritualidad, mis sentimientos y mi total admiración a ese instante que convierto en perpetuo.
miércoles, 8 de octubre de 2014
DANA KYNDROVA & SUS FOTOGRAFIAS DE MUJERES
La descubrí en Praga. Sus fotografías son imágenes humanistas en blanco y negro que retratan el estilo de vida de los checos desde los años sesenta.
En la exposición que tuve la oportunidad de ver, Zena Woman, between Exhaling and Inhaling, retrata a mujeres que roban el aliento o carecen de él. Me cautivaron especialmente estas cuatro que comparto con vosotros. Una madre abrazada a sus hijos dentro de la cama, una abstraída ignorando a las personas que le rodean para amamantar a su bebé, una granjera agotada con la mirada perdida, una joven adolescente enamorada y una anciana dando el último beso al amor de su vida.
Me llevé conmigo este precioso libro que encabeza el post. Podéis comprarlo aquí.
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martes, 20 de mayo de 2014
EL JOVEN SIRVIENTE
Tendría unos doce años. Su piel, oscura y
pálida al mismo tiempo, respiraba cansancio y dolor. Sus ojos eran mates,
cegados por el sufrimiento de la escuálida pierna derecha que arrastraba con
torpeza tras su cuerpo de niño y la espalda de anciano. Con la cabeza siempre
reclinada a modo de sumisión, frotaba con fuerza una vieja esponja contra el
suelo del palacio amurallado, desviando su mirada atormentada hacia nosotros , penetrándome
hasta el alma.
Estábamos en la mejor zona del palacio, donde
el maharajá y su mujer vivían, rodeados de antigüedades, historia, religión y sabiduría.
Un excesivo número de muebles ostentosos parecían asfixiarnos. Ellos dos
recostados en una cama de pan de oro vestida con una colcha de seda roja.
Nosotras sentadas en el borde de la cama.
Fue allí donde compre el suzani que ves allí colgado. Lo ves? Lo miro
y le veo a él.
Al chiquillo cojo que sacrificó el júbilo de su niñez por unas escasas Rupias a
la semana.
Alinka susurra algo en mi oído. No la
entiendo bien. Me acerco más. “Es una bruja. Me da mala vibra. No lo notas?”.
Percibe lo mismo que yo. Hay algo en esa mujer que me produce rechazo.
El perfilador marrón de sus labios desnudos,
el espeso esmalte negro de sus uñas, el mechón cenizo que enmarca su rostro,
las voluptuosas curvas de sus carnes desordenadas, su voz chillona y sus
ademanes vulgares le delatan… Quién
sería ella antes de convertirse en la mujer del maharajá? Es el niño quizás su
hijo, fruto de una relación anterior y hoy reflejo de la vergüenza de su
pasado?
Al niño nunca le vimos sonreir. Sospecho que
la mujer del maharajá le robó la sonrisa, deformándola y convirtiéndola en una
detestable risa grotesca y burlona…
Quisiera regresar a la India, a ese mismo
instante, y a cambio del suzani, comprarle la sonrisa y devolvérsela a aquel
chiquillo ceniciento…
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