Recuerdo la feminidad de esta niña que, descalza y sóla, recorría el escurridizo suelo mojado de una aldea en los Andes. Intercambiaba sus gestos de gacela con la mirada esquiva y pícara de otros niños callejeros . La suya rebosaba inocencia, docilidad y dulzura. Recuerdo el balanceo de su precioso traje celeste de volantes ribeteados con encajes deshechos, su chaleco y mejillas rosas y su boca de fresa y cómo, por un instante, se detuvo ante mí, entregándose entera.
*Hice esta foto en blanco y negro hace 21 años en el Valle Sagrado, Perú.