E.O. Hoppe
En un viejo tren camino a la costa, absorta en mis pensamientos, me interrumpe un señor de apariencia frágil y voz afable. Se acerca a mí de una manera dócil y cortés. Con una elegancia difícil de encontrar es un desconocido sureño, clava sus ojos verdes en los míos, buscándome con una sonrisa tímida, cautivando mi espíritu y llenándolo de ternura.
Se trata de un hombre de la edad de mi padre, un señor menudo de pelo castaño y corte desenfadado, un hombre que entra en mi vida sin yo pedírselo... Lo conocí hace apenas dos horas y ya lo echo de menos.
Cuanta soledad hay en tu texto
ResponderEliminarTodo lo contrario...
EliminarEncuentros afortunados!
ResponderEliminar: )
Besos.