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sábado, 2 de abril de 2011

RAJASTAN: LA CUNA DE LOS GITANOS

La primera vez que oí hablar de los gitanos creo recordar que fue de la boca de mi tía Natalia -mi mujer modelo a seguir cuando era niña-. Era distinta a todas mis tías. Su voz ronca y rápida, su risa contagiosa y sus ojos hechizantes y llenos de vida hipnotizaban a todas las mujeres de mi familia y especialmente a mí. 
Recuerdo sus faldas largas salpicadas de pintura acariciando el suelo hidráulico de aquel pasillo interminable de la casa de mi abuela Teresa, como su sombra se proyectaba en los altísimos techos, y como su vibrante carcajada hacía eco en las gruesas paredes encaladas mientras las recorría... Recuerdo aquellas tertulias de sobremesa eternas y repletas de risas, en el aire el olor a los polvorones de mi abuela, su risa, la de mi madre, mis tías maternas, mis primas y la de mi tía Natalia. Y, sobretodo, recuerdo el temor que tenía que aquellas tertulias fueran interrumpidas por el bullicio lejano de mis primos arriba, que nos espiaban por la ventana del pasillo que da a la casa de mi abuela.
Mi tía Natalia me contaba que de pequeña cuando estaba interna, solía ponerse de puntillas sobre la cisterna y asomarse tras una diminuta ventana para así poder contemplar a los gitanos. Hipnotizada por su belleza irrefutable, el cante y el baile constante y sus risas, se sumergía en su mundo convirtiéndose también en nómada por unos minutos y se decía a sí misma: “¡Ay, quien fuera gitana!”. Amaba la libertad y consideraba los gitanos almas dichosas por vivir en ella.
Yo amaba a mi tía Natalia y como ella amo la libertad. Esto quizás explique mi atracción por el pueblo ROM, el pueblo gitano. Ahora, cuando me encuentro con algún gitano no sólo siento una atracción sino también un fuerte vinculo.
Mi intención es mostrar la belleza de este pueblo, para así cuestionar los estereotipos y prejuicios que muchos tienen de él. Esta serie que aquí muestro es parte de mi reportaje del pueblo ROM, una colección de fotografías de poética neorrealista. Imágenes inquietantes, y al mismo tiempo agridulces, de los gitanos del Rajastán. Enigmáticos, errantes, injustamente marginados y perseguidos durante siglos. Un pueblo con espíritu nómada que lucha hoy por asentarse y por tener su sitio en la sociedad.


Cazadores, artesanos, herreros, comerciantes, bailarines, músicos, pastores... Viajeros incesantes todos, son los protagonistas. Prestando especial interés a la mujer gitana, esta cuidada selección de imágenes, reúne una serie de escenas costumbristas y un puñado de retratos.
Consciente de que los factores comunes que perduran entre los gitanos de todo el mundo son de consistencia espiritual, he tratado de reflejar algunos de sus rasgos exclusivos; su cultura; su alma; su esencia. Mostrar así, comportamientos representativos y sentimientos del pueblo ROM. Personas hospitalarias, espontaneas, mágicas, de una gran fortaleza espiritual, poseedora de una elegancia y dignidad innata que continúan hoy siendo los transmisores de una cultura milenaria.












     





















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