Con el cuero cabelludo atestado de ventosas, sonreía y acompañaba gentilmente a una banda que desfilaba por el Patio de Banderas. Su sonrisa dulce y su mirada clara, envueltas por la multitud solitaria más absoluta, me obligaron a llorar en público y empapar con mis lágrimas mi cámara y sus fotos...
Hay personas que arrastran una cruz con una sonrisa bondadosa y perpetua. Tenemos tanto que aprender de ellas.
Ya lo creo que tenemos mucho que aprender...
ResponderEliminarBesos.