Mi abuela tenía un pelo largo, hasta más abajo de la cintura, que se estiraba y recogía en uno de esos moños tirantes de aquella época. Recuerdo, cuando yo era niño, cómo recortaba las bellotas y las hacía un dedal sin apenas luz. Ella era una mujer dulce, entrañable, sin un sólo diente. Lavaba en las piletas del pueblo, cuando ya era muy tarde y no había nadie. Tendría cinco, seis galllinas. Yo era su nieto favorito. Por era siempre a mí a quien daba los huevos que yo torpemente dejaba caer en una cuesta muy empinada a escasos pasos de de su casa,
Me fascinan tus letras son claras casi puras netamente cristalinas
ResponderEliminarabrazos y beso
Gracias por elogiar mis escritos. Me anima muchísimo a seguir escribiendo.Besos.
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