Recuerdo a mi prima María siempre leyendo bajo la sombra de alguna pérgola. María es... mi otro yo. No hay nadie más afín a mí. Crecimos y vivimos juntas, cuatro meses en el Loreto y el resto del año a tan sólo 36 escalones. Aún hoy me parece oír su voz y ver su sombra y sus libros en las pérgolas del Loreto.
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